jueves, 17 de abril de 2008

La deuda.

Dedicado a Meyerhold y a aquellos que dejaron su huella de rebelión en la fría Siberia.

Por Mario Junquera

La institucionalización de los Comisarios Culturales nació hacia la década del 30 en la ya desaparecida y tristemente celebre Unión Soviética. Los Comisarios Culturales eran funcionarios gubernamentales de absoluta confianza que velaban por el correcto uso de los “valores ideológicos” “Marxistas-Leninistas” que propugnaba el Soviet supremo y que todo artista o intelectual debía tener en cuenta a la hora de exponer sus ideas en las creaciones artísticas, obras literarias o ensayos de investigación. Estos Comisarios tenían el derecho al veto y una equivocación podía costarle la “vida” a un artista.

Los Comisarios dependían y eran asalariados del Ministerio de cultura y todos ellos llevaban en sus bolsillos el “Carnet del Partido” siempre, de color “rojo”.
El rojo es asociado a la sangre, también al sacrificio. En los regímenes comunistas el rojo está vinculado a la sangre derramada en aras de los principios del partido y por supuesto a la sangre que se está dispuesto a derramar (sacrificio) por los miembros del partido para lograr sus objetivos.
La Unión Soviética era un basto país, con una cultura ancestral sostenida sobre pilares muy firmes que la reafirmaban con un poder indestructible. El triunfo de los comunistas trajo consigo la posibilidad de hacer, los artistas e intelectuales encontraron su lugar y su oportunidad, propiciada por un sistema (gobierno) que abría las puertas a todos y admitía incluso la “experimentación” como forma de romper con el legado burgés de “arte para las minorías” y se abría a las fuentes más genuinas y amplias de la sociedad.
El cine, la literatura, el teatro, la danza y la plástica rusa-soviética comenzaron su esplendor, pero sólo un tiempo después se pudieron ver las verdaderas razones que escondía ese régimen en ciernes y aparentemente ingenuo. Comenzó entonces la era del “totalitarismo oligárquico”, el cual dejaba ver ya el dogma de su esquizofrenia institucionalizada que negaba toda posibilidad de evolución y en la cual el hombre era nada, sostenido por un siniestro principio: “Los hombres mueren, pero el Partido es inmortal”
El régimen revelaba el verdadero sentido y significado de su doctrina: miedo, represión, corrupción, apatía.
Los artistas y creadores se vieron obligados a esconder las ideas detrás de lo aparente, veía la luz una nueva forma de hacer arte: La estética de la simulación.


Los artistas encontraron el modo de decir para burlar el cerco; en las obras artísticas para filtrar las ideas de denuncias, la ficción se confundía con la realidad dando siempre la apariencia de lo permitido, pero escondiendo detrás de lo posible el significado de lo real: El dolor más descarnado y el sabor de una realidad social que consumía la vida hasta dejarla vacía de intenciones y deseos.
La esterilidad de la existencia amenazaba la propia sobrevivencia y ante la falta de libertades tanto de expresión como de prensa, el arte tuvo que asumir su responsabilidad y su inalienable compromiso con los valores sagrados de dignidad y veracidad. Este grupo de artistas rusos creó sin saberlo la “guerra de guerrillas” dentro de la cultura rusa-sovietica; de forma encubierta y desde la clandestinidad del pensamiento, filtraron las ideas y comenzaron la batalla por sus ideas…
En la humilde sala teatral, tras el primer atisbo de luz, un actor bostezaba y se preguntaba: ¿Hacia donde vas Moscú? ¿Es que acaso la letanía de no pasar nada, es una forma de vivir?
Así tomaba vida “El maestro y Margarita” del Teatro “Ataganka” legado por Meyerhold.
Esta epopeya vivida por artistas e intelectuales rusos y de toda la Europa del Este, es un nudo en la garganta difícil de olvidar, un nudo que al desentrañarlo sólo vemos la necesidad de vivirlo como experiencia y compromiso, así, con el legado del sacrificio de otros, sabemos que es posible ser fiel y no perder el rumbo y nuestro trabajo, también alcanza a nuestros principios y deberes con la sociedad de la cual, sin duda somos deudores, esa sociedad puede llamarse patria, hombres o ideas.

martes, 1 de abril de 2008

Animals, de vuelta a casa

Granma fue la sede escogida para el festival de clasificación donde se seleccionaron los espectáculos que participarán en el Festival Nacional de Teatro de Camagüey, que como siempre se celebra en otoño. Llevamos Hamlet, nuestro último estreno y fuimos seleccionados.
Aún con la sorpresa y el regocijo que siempre produce el éxito, volvemos a Camagüey donde ya Mario prepara otro texto; el regetón, la conga camagüeyana y la cultura marginal se mezclan en este nuevo proyecto para hablar sobre los instintos salvajes del ser humano.