lunes, 3 de marzo de 2008

Amigos que me traen recuerdos de mí misma

Por Jana Skilman (1971)
Investigadora Teatral del Centro de Estudios de Artes Dramáticas de la ciudad de Poznan.
Gentileza para catálogo de Teatro del Espacio Interior

Una amiga del Odin Teatro me habló en marzo del 2004 de Teatro del Espacio Interior, grupo cubano radicado en la ciudad de Camagüey, me habló de la fuerza de sus espectáculos, de la osadía de sus textos y del alto rigor técnico de sus puestas, me habló también de las condiciones del grupo, del silencio que le rodeaba y de la ausencia casi total en el panorama teatral de su propio país (festivales, eventos, etc).

Recordaba yo entonces los años 70 en Polonia, también venían a mi mente aquellos teatros que en el silencio de sus credos crean su propia utopía, recordaba como en ocasiones el silencio es necesario e inevitable ante los muros de la incomprensión y la intolerancia y solo la resistencia a conciencia deja entrever lo inevitable, aquello que solo es capaz de verse luego del extenuante sacrificio de la permanencia.

Esta amiga me propuso colaborar con Teatro del Espacio Interior.

Colaborar significa ver desde dentro, vivir la experiencia, en diciembre del 2006 viajé a Cuba, a Camagüey con el propósito “personal” de a través de Teatro del Espacio Interior revivir mi juventud polaca de los 90.

Más que lejos estaba yo de creerme mi propia verdad, el encuentro con este grupo, radicado en el último bastión del comunismo, superó mis expectativas y abrió la puerta al intercambio, a las experiencias compartidas.

Fueron dos semanas de intenso trabajo, pude ver entrenamientos técnicos, improvisaciones, conversaciones llegadas hasta la madrugada y pude contactar con una sabiduría teatral que se me antojaba de extrema rareza, pues era consumida desde dentro y hacia dentro del propio grupo no como posibilidad estéril sino como la razón para sobrevivir al aislamiento, como propiciar de modo “feroz” el credo y su continuidad, en un afán casi neurasténico de trasmitir y legar su experiencia a través de la oralidad y lo vivencial.

La mirada Paradójica

La caída del muro de Berlín, no sorprendió al mundo, ya desde finales de los 80 se veía venir que los cimientos de esta vetusta construcción estaban roídos y que la razón que fundamentó esta edificación carecía de sentido.

El muro era la cortina de hormigón que imponía un velo de vergüenza a la Europa del Este ante la imponente Europa Occidental. La Europa del Este, imbuida en la burocracia, la corrupción, la escasez material, la apatía productiva, la falta de libertades y de iniciativas junto a la “vigilancia” hombre a hombre no tenía otra opción que derribar aquellos valores que un día nacieron como elección única y como una salida honorable al oprobio, pero que después de 70 años ya carecían de veracidad y virtud.

Generaciones nuevas necesitaban nuevos ídolos, nuevos discursos, nuevas vidrieras con “modas de su tiempo” que hicieran olvidar los insaciablemente repetidos, pero no vistos, “flagelos del capitalismo”.

El aburrimiento que propiciaba esa acogedora y segura “jaula” este-europea no podía pasar desapercibida por los pueblos, pues la “jaula” por muy segura que fuese no dejaba de ser eso, una “jaula”.

Ahora bien, vivir fuera de esa “jaula” entraña peligros, el ciudadano “este-europeo” de pronto descubrió tras la caída de ese muro que ya nadie le “decía” qué hacer, ahora tenía “que hacer por sí mismo” construirse su propio destino lejos de los servicios diarios de quien “atendía” la antigua “jaula”.

Los antiguos perseguidos ahora eran los perseguidores, quienes huyeron al exilio a causa del régimen anterior ahora regresaban llenos de glorias y capitales. Para los “este-europeos” que resistieron los embates de esa otra cortina de hierro impuesta desde dentro por más de 70 años y que vivieron el vacío de una ideología olvidada como razón y multi traicionada, eran nuevamente los de abajo, los sin nada.

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